La Antoñita







Hace no mucho tiempo, observando el museo secreto de mi abuelo (es tan secreto que ni él sabe que aquello es un museo), me encontré con un “cacharro” que para todos los que por allí discurren pasa desapercibido y que aún no sé, como ha superado alguna de las pruebas de eliminación de “zarrios” que mi abuela realiza periódicamente. El objeto en cuestión era una antigua botella de gaseosa de una marca local ya extinguida, “La Antoñita”. Jamás me había vuelto a acordar de aquella gaseosa, tan extendida por toda la comarca cuando era pequeño, mas pequeño, aquella botella fue como la llave de una máquina que viaja en el tiempo y que, sin sacar billete, me trasladó al pasado. Por alguna extraña conexión entre hechos remotos comencé a percibir flashes con imágenes de mi infancia, recuerdos de momentos de mi niñez y, sobre todo, recuerdos de las, supongo que no demasiadas, visitas a la campiña de Valencia de Alcántara, aquella botella me recordaba a la campiña, las comidas en la Aceña con las patatas fritas a gajos enormes y con esas tortillas de patatas de gran espesor e intenso color amarillo muy similares a las que hace mi abuela, a los juegos de los niños en las fiestas de las pedanías, alrededor de la pequeña iglesia, recuerdo el juego de las manzanas en el agua que consistía en sacarlas con la boca, con aquellos juegos se hacía notar el carácter competitivo de los niños, perder no es bonito y por ganar estaba dispuesto a ahogarme en aquel cubo lleno de agua, manzanas y babas de los demás niños, y también me hizo recordar a Don Ángel, el cura de la campiña, una persona entrañable y muy querida por todos, un líder de los que hoy escasean, de esos que el liderazgo se lo proporciona la integridad, la calidad humana, la humildad y la admirable personalidad, en definitiva, Don Ángel era una buena persona, tanto es así, que es la única persona que he conocido a la que, nada más fallecer, le homenajearon instalando una estatua, pagada por todos sus parroquianos, en la Aceña. ¡¡¡Al fin se hace justicia con un busto!!! .

Es curioso como algo tan común hace unos años, algún día desapareció del paisaje de los bares de Valencia y su comarca, sin dejar rastro, en silencio y sin que nadie la volviera a echar de menos. Al ver aquella botella, me preguntaba cuanto tiempo podía haber pasado desde la última vez que la vi vertiendo su contenido en el vaso de algún pensionista, que habría pedido un vino con gas, por qué ya no estaba en el mercado, quién creó aquella marca, en definitiva, quería saber algo sobre aquella bebida que forma parte de mi particular memoria histórica, de mis recuerdos y que, precisamente por haber sido tan usual, jamás me había despertado curiosidad alguna. En realidad es algo muy humano, nos interesamos más por lo exótico, por lo lejano, que por lo cotidiano, por lo que hay a nuestro alrededor, conocemos mejor la historia de la plaza de Salamanca que la de la iglesia de nuestro pueblo.

Pensar por un momento que hubo algún tiempo en el que alguien de Valencia de Alcántara tenía registrada una marca de gaseosa, popular en todo su entorno e incluso distribuía su propio vino, el vino “Malpica”, me llevó a ponerme mi ropa de faena y a rebuscar e indagar hasta alcanzar dos objetivos: saber un poco más sobre la bebida valenciana en cuestión y conseguir alguna botella para ponerla en un privilegiado lugar de mi casa.

El segundo objetivo aún no ha sido alcanzado pero que nadie dude que lo lograré, y sobre el primero he podido saber poco, que el nombre se lo debe a la hija del creador de la criatura, el señor Pablo Perera, que como es previsible, se llama Antoñita Perera, que la primera fábrica data de mediados de los años 50 y se emplazaba en la calle Gasca y que, años más tarde, fue trasladada camino de “Los Remedios” cerca de “La Puerta de Las Huertas”, conozco más que conocía pero con varias sesiones, con mis particulares asesores de la historia reciente entre otras muchas cosas que son mis abuelos, ya no tendrá ningún secreto para mí .

La dichosa botella se cruzó en mi camino en el momento en el que buscaba recipiente para meter los escritos plasmados en este blog, y que mejor envase que una botella de “LA ANTOÑITA”.

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