Operación Camino de Santiago

Llevábamos mucho tiempo intentando hacer algún tramo del camino de Santiago, nuestra primera idea era la de hacer los últimos 100 km andando para obtener la compostelana,  pero de eso hace ya 4 años y cada año que pasaba siempre había algún acontecimiento o algo que no dejaba llevar acabo nuestro reto.

Pero este verano y con la cabezonería de algún que otro familiar y su corta pero intensa afición a montar en bici nos ofreció la posibilidad de hacer los kilómetros necesarios en dicho vehículo para llegar a Santiago y sellar nuestra compostelana, esta vez tendrían que ser al menos 200 los km a recorrer, la fecha fijada era mediados de septiembre, según iba llegando el momento parecía que otro año más tendríamos que abandonar el reto antes de empezar, unos papeleos en Segovia podrían dar al traste con la aventura.

Día 0. La Pensión de Herminio.


Se arregló todo antes de lo previsto, tampoco seriamos todos los que en un principio teníamos pensados emprender el camino, pero sin nada preparado, ni siquiera las bicicletas, nos pusimos en marcha, era la tarde del 9 del mes fijado para la ocasión, las burras mecánicas fueron cargadas en Cáceres a toda velocidad junto con macutos,  cascos y ropa deportiva en una pickup conducida por una de las tres personas (Anastasio) que se disponían a emprender  viaje sin saber lo que el camino les depararía, los otros dos ciclistas(Emilio y Rosalía) ni mucho menos profesionales, más bien lo contrario, Ella hacía meses que no cogía una bicicleta, salían de Segovia hacia un área de servicio de Salamanca para encontrarse allí con el compañero y dejar allí el turismo y seguir camino ya los tres juntos  hasta Astorga, el punto de partida pensado para empezar a pedalear a la mañana siguiente. 

Las fuerzas estaban a tope, la ilusión también, solo quedaba buscar un sitio donde descansar nosotros y las bicis, a la hora de llegada  al punto de partida todos los albergues estarían cerrados, según pasaban los km y nos acercábamos al inicio la idea de quedarse en el coche a pasar la noche cogía más fuerza, pero el estómago sonaba y habría que cenar algo, a las 23:30 llegábamos a la ciudad del cocido maragato, como pudimos comprobar también una ciudad llena de fábricas de mantecadas que nos llamó mucho la atención y la curiosidad por saber cómo era dicho alimento, preguntamos donde poder cenar, con un bocadillo nos valía y nos recomendaron el bar el minero que a esas horas seria de los pocos abiertos, hasta allí fuimos no era nada del otro mundo pero aparte de bocadillos de embutidos también tenía pensión, nos atendió muy amablemente Herminio y además de los bocadillos nos invitó a unas mantecadas (entre magdalena y sobao)con unos buenos vasos de leche, nos dijo que tenía una habitación con dos camas grandes y alojamiento para nuestras bicis, nos sentimos unos privilegiados,  la aventura empezaba bien, solo quedaba descansar, al amanecer  teníamos que pedalear mucho.

Día 1. Hay que entrar en Boxes.


El despertador sonó a las 7:30 del día 10, para nosotros  el día 1 de la operación Santiago, bajamos a desayunar ya con nuestros uniformes, Herminio como bien nos había dicho la noche anterior había dejado su puesto a otro compañero a eso de las 6 de la mañana,  pero fiel a su palabra dejo el recado de que dejáramos allí bajo su responsabilidad las llaves del coche para cualquier problema. Así hicimos y después de coger fuerzas preguntamos por donde pasaba el camino y hasta allí nos encaminamos a lomos de nuestras burras mecánicas, nuestra idea era llegar hasta Villafranca del Bierzo, aunque como no sabíamos cómo se nos daría la jornada estábamos abiertos a cualquier plan sobre la marcha. La mañana era fresca tirando a fría pero despejada y con sol, nuestros primeros kilómetros era suaves, se llevaban muy bien, intentábamos ir siempre por la senda del camino pero intentando molestar lo menos posible a los peregrinos de a pie que eran muchos y de distintos países, podíamos apreciar en muchos de ellos como portaban banderas de sus respectivos lugares de origen, íbamos pasando por pueblos típicos castellanos, Murias de rechivaldo,Santa catalina de Somoza, El ganso, Rabanal del camino, todos y cada uno de ellos  nos llamaba la atención por su adoquinado y por sus pequeñas cafeterías al paso del camino que a los peregrinos les venía como oasis en el desierto, avanzábamos dirección la comarca del bierzo y la carretera se ponía cuesta arriba, algún lugareño nos aconsejó que en este tramo donde nos encontramos justo antes de la ascensión a la cruz de ferro,  en bici lo hiciéramos por carretera, por lo menos hasta Ponferrada por lo abrupto del terreno, así hicimos y como bien vimos después para ciclistas las flechas blancas en la calzada siempre indicaban por la calzada asfaltada, era la típica carretera estrecha y con piso rugoso, serian 6km de subida y alguno más de bajada. A 2 km de la cima nos encontramos el pueblo de Foncebadón donde paramos a recuperar aliento y energías, después un último esfuerzo para coronar y ver la gran cruz en lo alto, de este punto a Ponferrada la carretera se ponía a nuestro favor y nos metía en la capital del bierzo bastante más relajados, tanto es así que a los pies del castillo de la ciudad degustamos una rica cerveza y conocimos otro compañero bicigrino, Alberto de Granada y que desde la ciudad andaluza y pasando por Barcelona venía dando pedales alrededor de la península, se sentó con nosotros a descansar y a intercambiar opiniones. Siguió con nosotros después de este paréntesis, hicimos el trayecto juntos  hasta Columbrianos, donde paramos a comer y a mirar mi bici que ya desde kilómetros atrás me venía dando problemas en el eje de los pedales. Comimos los cuatro y allí decidimos  buscar en los pueblos siguientes algún taller para revisar la bicicleta, hacía calor y la marcha después de comer se hacía dura, Alberto nos abandonaba en este punto, como a todos los peregrinos le deseamos BUEN CAMINO. En Cacabelos encontramos una tienda de bicis ( BICIBELOS),después del primer diagnóstico la cosa no pintaba bien y reparar la avería duraría entre 2 y 3 horas, viendo que eran ya más de las 6 de la tarde decidimos buscar alojamiento en el mismo pueblo, ducharnos y después ir a recoger nuestro vehiculo,nos prometió que lo tendría preparado y que podríamos seguir el camino a la mañana siguiente sin ningún problema, nos habíamos quedado a 8 km de nuestro final marcado en esta etapa pero estas cosas pueden ocurrir y hay que contar con ellas. El panadero del pueblo nos recomendó el albergue LA GALLEGA y allí nos dirigimos. Habitación con tres camas y nuestras compañeras de viaje en un cuarto donde pasarían la noche con las de otros bicigrinos, a pesar del inconveniente y los dolores que empezaban aparecer en nuestras articulaciones estábamos contentos. Después de cenar suculentamente en el restaurante de al lado nos fuimos a la cama con la sensación de que las cosas estaban saliendo muy bien.

Día 2. Dani, la Wikipedia en el camino.


Día 2, sobre el papel ésta era la etapa más dura de las  cuatro, nos levantamos sobre las 7, hoy tocaba desayunar en la cafetería del albergue,  bollería y leche y a pedalear. Nos pusimos camino de Villafranca del bierzo 8 km de continuas subidas y bajadas, mi bicicleta recién sacada del taller iba perfecta, no así nuestra compañera, su rodilla derecha estaba dolorida pero su mente podía más y solo pensaba en pasar esta dura etapa lo mejor posible. Una vez llegados al pueblo de Villafranca la senda del camino continuaba paralela a la antigua N VI y con terreno asfaltado y pendiente favorable comimos kilómetros sin darnos cuenta, en este tramo del camino conocimos a Dani, un Valenciano que había empezado su pedalear desde Logroño, nos llamó mucho la atención su burra mecánica, estaba tuneada y de su manillar salían dos espejos de turismo que plegaba cuando adelantaba a los peregrinos, también nos llamó la atención su palabrería, no paraba de darnos información, si bien ya había estado intentando acabar esta aventura el año anterior y así nos íbamos acercando al momento duro del día de hoy, teníamos que empezar a subir el puerto de Piedrafita,coronar nos haría ver Galicia a un lado y Castilla al otro, pero para llegar allí pasarían horas y muchas pedaladas. Para coger fuerzas paramos en una cafetería antes del inicio del puerto, un café y un pincho de tortilla de patatas serian nuestras provisiones.

Como bien nos iba contando nuestro nuevo amigo tendríamos la población de La Laguna 2km antes de coronar el puerto para recuperar fuerzas si nuestros cuerpos lo necesitaban. Y vaya que lo necesitaron, la pendiente no daba ni un descanso, en algunos tramos tuvimos que poner pie en tierra y la rodilla de Rosalía estaba más dolorida, con todo esto llegamos a ese punto y allí el avituallamiento liquido nos hizo coger oxígeno, decidimos intentar coronar lo que nos quedaba a pie, el caso era llegar en las mejores condiciones al alto, Dani siguió solo en su ascensión, fue como apagar la radio después de horas seguidas escuchando. Nosotros tres sin prisa pero sin pausa llegamos a la cima y allí montándonos en nuestros vehículos nos dejamos caer por la carretera cuesta abajo cruzando la población de O Cebreiro tan bonita como pequeña a la vez, parecía que lo malo había pasado aunque sabíamos que antes de la bajada final hasta donde habíamos marcado el final de la etapa tendríamos otra piedra en el camino, el alto del poio,nos habían hablado de su dureza, era mucho más corto que lo anterior pero de una pendiente más pronunciada, para mí en particular no lo fue así claro que se hizo duro por el cansancio acumulado pero no como nos lo habían pintado, además la dichosa rodilla de nuestra compañera parecía reaccionar. No quisimos parar en el restaurante que estaba en la cima de esta última subida donde divisamos sentados en el a unos andaluces que habíamos conocido en la anterior parada, los saludamos con la mano y continuamos,  habíamos cogido ritmo y lo malo del día había pasado, la carretera y su serpenteo jugaban a nuestro favor. Tanto es así que a 3 km de nuestro final de etapa decidimos comer en un restaurante muy coqueto en plena bajada de la montaña. Cogimos tanta fuerza que al llegar a Triacastela decidimos seguir y no hacer noche allí como en un principio teníamos decidido, continuamos por la senda del camino y nos dimos de frente con más subidas que después de lo que llevábamos nos minó un poco la mente, ahora queríamos llegar como fuese y cuanto antes a San Xil pero se hacía de rogar y una vez allí era tan pequeño el pueblo que no tenía alojamiento, estábamos en la provincia de Lugo el verde predominaba pero nuestro cansancio no nos hacía ver el encanto del paisaje, tendríamos que hacer un último esfuerzo e intentar llegar a Sarria, así lo hicimos apretando los dientes y dando las ultimas gotas de fuerzas que en el cuerpo nos quedaban, en este trayecto por primera vez y única vimos a un peregrino a caballo el cual se ofreció a dejar a Rosalía subir en el animal y el llevar la bici y así no forzar la pierna, se lo agradecimos pero seguimos hacia delante y  conseguimos llegar al albergue Paloma y Leña serían las 7 de la tarde y la sensación de haber pasado ya lo peor, solo quedaba dar descanso a esa rodilla e intentar cenar. Nos gustó bastante el albergue estaba casi hasta arriba de peregrinos, nos dieron el número de teléfono de un restaurante de la ciudad para pedir la cena y nuestro pedido vino en menos de 10 minutos sin ningún coste adicional, de nuevo nos íbamos a la cama con el gusto de que todo estaba saliendo bien a pesar de los dolores corporales, compartíamos habitación con otros seis peregrinos distribuidos en literas, sobre las 10 de la noche ya no había nadie en pie. Nuestra sorpresa llego a la mañana siguiente, los propietarios del albergue nos tenían preparado el desayuno, el cartel en el salón comedor rezaba así, nosotros te ofrecemos estos alimentos para coger fuerzas y seguir el camino, solo les pedimos que recojan lo que ensucien. Detalles que son de agradecer.

Día 3. El Mesón do Extremeño.


Nuestro día 3 ya había comenzado, volvimos a coger nuestras burras mecánicas como era costumbre, a la espalda de nuevo las mochilas, esto era algo que sorprendía a mas bicigrinos, posiblemente éramos los únicos, todos llevaban unas especies de aguaderas encima de la rueda trasera, el camel le llamaban, para nosotros era otro aliciente más, además ya nos habíamos acostumbrado a ellas y casi formaban parte de nosotros. El día era el más nublado de los que llevábamos en ruta pero la temperatura a esas horas de la mañana por el contrario era más cálida que las anteriores. Esta jornada la pasaremos casi toda en la provincia de Lugo por sendas de gran belleza y dejando atrás aldeas que nunca hubiéramos visitado al no ser porque el camino nos metía en ellas, cruzamos el Lugo profundo, nuestros ojos veían como sus casas y naves de vacas lecheras convivían pared con pared, observamos el gran trabajo de los lugareños dando de comer al ganado, la ruta estaba siendo relativamente suave y confortable hasta que llegamos a Portomarin, después de una bonita bajada hasta él por la senda y cruzar el puente que deja bajo nuestros pies el rio Miño comenzó una subida que por imprevista y porqué los kilómetros ya  iban haciendo mella en las piernas se nos hizo por momentos interminables, posiblemente estábamos pasando lo peor del día. Una vez pasado el bache el camino nos volvió a adentrar en bosques y volvió a ser generoso con nosotros poniéndonos el terreno a nuestro favor, tanto es así que posiblemente parasemos a comer en el sitio más bonito y cómodo de los cuales lo hicimos cualquier día, Casa Mari luz una casa en medio de la vegetación que en su jardín y aprovechando el sol nos hizo pasar uno de los momentos más agradables de esta aventura. Estuvimos allí más tiempo del deseado, la verdad que se estaba muy bien y con la barriga llena decidimos partir hacia Palas do rei que quedaba a 8 km. Llegando a palas (ultimo pueblo de Lugo por el camino) nos volvimos a encontrar a nuestro amigo de Valencia, la radio, el de los retrovisores de coche en la bici, venia bajando la avenida antes de llegar al pueblo como si fuera un turismo ocupando todo el carril derecho, para entonces ya lo habíamos bautizado nosotros como nuestro amigo el mudo. Nos comentó que el buscaría allí algo para dormir, nosotros una vez pasamos una farmacia para coger una pomada para los dolores decidimos continuar hasta Melide,  esta vez hicimos el tramo casi todo por carretera y nos pusimos en la provincia de A Coruña en algo menos de 1hora, volvía a ser el típico pueblo grande gallego con travesía interminable, cual fue nuestra sorpresa que casi a la entrada divisamos el Mesón do Extremeño, no pudimos más que apearnos de las bicis y entrar a tomar una cerveza, hablamos con la dueña, era de un pueblo de Badajoz, La Garrovilla para ser más exactos, intercambiamos opiniones y nos recomendó que no nos fuéramos de Melide sin comer pulpo, pues así fue,  continuamos por la travesía interminable y encontramos un albergue, una habitación con dos literas, nos aseamos y fuimos  donde nuestra paisana nos había recomendado, unas estrella Galicia y dos tablas de pulpo fueron nuestra cena antes de ir a descansar. La noche no fue del todo placida como hubiéramos querido, al día siguiente se celebraba en la localidad la fiesta de los borrachos y cada cierto tiempo sonaba algún que otro cohete que te hacia desvelar el sueño, nos quedaba la última etapa, los últimos 55 km.

Día 4. Santiago y cierra, España.


Día 4, debía ser nuestro último día en ruta, si todo iba bien llegaríamos a la catedral de Santiago. Al mirar por la ventana de la habitación pudimos ver que estaba lloviendo, sin duda algo probable por esas tierras pero como los días anteriores no la habíamos visto nos entró como pereza, tampoco estábamos muy preparados con el tema chubasqueros, para nosotros sí, no así para las mochilas, en el bar de al lado justo entre nuestro albergue y la churrería donde acabábamos de desayunar nos dieron unas bolsas de basuras para cubrir nuestras pertenencias y en cuanto vimos que la lluvia perdía fuerza nos pusimos a pedalear, nos ayudó mucho a cubrirnos del agua los árboles que cubrían en algunas zonas completamente el camino, a veces tenías la sensación de ir por túneles vegetales, ese paisaje también te daba fuerzas en las piernas para seguir, no sé si por ser ya la última etapa o porque realmente lo era me pareció los kilómetros más bonitos de todos los que recorrimos en estos días. A 30 km para el final tuvimos que parar, la rodilla de Rosalía no quería ser menos en este día estaba apretando, necesitaba algo de respiro para poder continuar, lo que apretó en cuanto volvimos a coger las bicis fue la lluvia, ahora teníamos menos resguardo,  menos mal que los chubascos pasaban rápido. Según nos íbamos acercando a la capital gallega la senda del camino se ponía cuesta arriba, nos quedaba por subir la última montaña, si queríamos divisar Santiago debíamos coronar el monte del gozo, casi arriba de el a 8 km de la catedral decidimos parar a comer, solo quedaban dos cuestas pequeñas para poder ver nuestra meta así que reponer fuerzas sería lo mejor. No nos quedaba nada para llegar nos decíamos unos a otros, hay que decir que la entrada en la ciudad por el camino no es precisamente lo más bonito del recorrido pero reconforta saber que estas llegando al destino. Y por fin el gaitero en las escaleras que bajan hasta la plaza del obradoiro, por fin la catedral, que sensación más agradable, reconfortante y placida al poner nuestros pies a los mismos de la catedral. Ahora tocaba sellar la compostelana, eso sería lo primero de todo y así con nuestra credencial en mano y con nuestras compañeras de viaje a nuestro lado nos dirigimos a la oficina del peregrino y después de firmar un papel ya teníamos el reconocimiento a nuestra aventura. Tocaba saber cómo mandar nuestras bicis a casa, lo tienen todo pensado en esta ciudad, a pocos metros de la oficina del peregrino  un hotel recogía las bicis y previo pago las mandaba por MRW, sería lo más cómodo para nosotros así que ni lo dudamos, solo quedaba tener sitio para descansar y el hotel la Salle fue nuestro destino. Una vez aseados fuimos a dar el abrazo al santo y a escuchar la misa de las 19:30 y así agradecer que esta aventura hubiera salido bien. 

Solo quedaba descansar y temprano emprender el viaje a casa, esta vez en vehículos de más de dos ruedas, la sensación  y felicidad de haber conseguido el reto ya nadie nos la podrá quitar.

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