1 OVEJA, 2 OVEJAS, 3 OVEJAS …
Hace ya algún tiempo que iba en el coche y al ver un rebaño de ovejas negras con una sola blanca, me resultó tan inaudito que paré y me puse a charlar con el pastor mientras fotografiaba tan excepcional estampa. Hoy he vuelto a ver esas fotos y me han devuelto, en cierto modo, a mi infancia.
Cuando no podía dormir, a veces usaba el famoso método de contar ovejas y, curiosamente, esas ovejas que contaba siempre eran blancas, pero no porque las seleccionara o me asustaran las negras, no era cuestión de racismo sino de experiencia, las negras no eran habituales para mi. Es cierto que en alguna ocasión Antonio Machín me puso en alerta, cuando lo escuchaba con esa voz mezcla de ternura y de cabreo preguntando a la empresa de pinturas de la iglesia el porqué del abuso del blanco en sus angelitos. Llegué a creer que podría estar cometiendo la misma injusticia y que algún día, un tipo con maracas me echaría en cara algo así como: “Chaval, que cuentas ovejas… pero nunca te acordaste de contar ovejas negras…”. Más tarde me convencí de que si los angelitos todos eran blancos, era porque el proveedor de pinturas del Vaticano habría ofertado el blanco mucho mas barato. A decir verdad, cada uno se convence como puede para poder irse a la cama tranquilo.
Y es que el lenguaje popular siempre ha sido un mucho racista y un tanto impreciso. Tardé poco en darme cuenta de que ni lo negro es malo ni lo malo es tan escaso. Cuando llegaba a casa y decía que en el cole un imbécil me había insultado, no me dejaba hacer los deberes y que yo no quería volver allí, mi madre me decía que ovejas negras las hay en todos los sitios y que yo fuera a lo mío. No había que ser muy mayor para darse cuenta que relacionaba a las ovejas negras con los cafres y que su estrategia para tranquilizarme se basaba en insinuarme que no eran mayoría. Evidentemente no me conformé con esa explicación, me iba a la cama pensando que quizás no fueran mayoría pero que ganaban adeptos a pasos agigantados.
Había otra versión más gastronómica de la expresión anterior y que me gustaba más: “en todo puchero hay un garbanzo negro”. Cada vez que me ponían un cocido, localizaba al susodicho, lo aparataba y lo dejaba para el final, le acababa cogiendo cariño y cuando me comía aquel personaje leguminoso con tan mala fama, pensaba: “¡¡¡que chungo soy, me he comido el garbanzo más jodido de esa cazuela!!!”, era la satisfacción de hacer algo peligroso con cinco años. A decir verdad sabía igual que los otros pero era infinitamente más hermoso.
Lo negro no ha sido tratado bien a lo largo de la historia. Si me cogía dos gripes en un invierno, se compadecían de mí, diciendo: “hijo mío, la tienes negra”. Eso sí, si de la segunda gripe empeoraba a una neumonía la cosa pasaba “de castaño a oscuro”. Con todo ello lo que me daba cuenta es que el negro no tenía buen gabinete de prensa. Cuanto más negro más preocupante.
Pero el progreso, la globalización, la tecnología y mil factores más han cambiado esa tendencia. En la moda, el negro triunfa porque adelgaza y eso en los tiempos de la ingesta masiva de carne de caballo está genial. El negro ya no está rabioso como decía la canción sino que te enseña salsa con toda la gracia del mundo en cualquier discoteca. Además, hoy tener dinero negro no es malo, los que saben de esto le llaman dinero B, mola mucho más, sólo hay que ver a Bárcenas como sonríe cada vez que se le acerca una cámara, si no le hace una peineta, pero eso sí, con mucha gracia.
Lo peor de todo es que lo que mal llamaban ovejas negras se han reproducido de forma alarmante entre los diferentes rebaños de nuestra sociedad, mis sospechas se han confirmado y aquellos que, para tranquilizarme me decían que en todos los grupos había alguno, dándome a entender que eran minoría, se han hecho los fuertes de todos los pucheros, ya sean fundaciones, partidos políticos, SGAES, patronal, sindicatos, bancos, etc.
Hagamos un esfuerzo por ser justo con la ovejitas negras del rebaño de la foto, y llamemos a estos cafres sencillamente Personajes de Cutis Endurecido que no merecen estar en rebaño alguno, para que de esta forma, los niños del mundo comiencen a contar ovejas negras cuando se vayan a dormir, sin tener la sensación de que están contando hermanos gemelos del Hombre del Saco.
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